El Estrés
Este trastorno tan de moda, puede afectar a cualquier persona. Para ello, no tiene más que proponerse retar al tiempo en una vertiginosa carrera para ver quién puede más. Forzar al máximo la propia capacidad de acción para poder desarrollarla en el mínimo tiempo posible y disponer así, de más tiempo para poder desarrollar más capacidad. El deseo llega a ser ambicioso y como toda ambición, no tiene límite, pero la resistencia del organismo y el sistema nervioso sí que lo tienen, por lo que el pronóstico no es nada halagüeño. Ante una demanda ambiental, el individuo reacciona con una activación de su sistema nervioso y secundariamente de todo su organismo por completo. Sustancias bioquímicas como las hormonas y catecolaminas, son producidas en gran cantidad para nutrir al cuerpo necesitado de una superior energía. Esta situación puede tener lugar de una forma natural ante un evento estresante ocasional pero el riesgo existe cuando la situación se mantiene. Cuando lo que en principio deberá ser ocasional se transforma en habitual. Cuando el organismo se sobrecalienta y acaba por quemarse en un agotamiento.
Ante el estrés continuo, la tensión arterial se mantiene por encima de lo normal presionando al cerebro la producción excesiva de jugos ácidos en el estómago ulcera sus paredes, los intestinos se encogen y estiran en forma de espasmos que alteran su función, las arterias que nutren al corazón pierden su calibre precipitando el infarto, los ovarios dejan de funcionar en su ritmo cíclico y también se alteran los períodos menstruales, las defensas se debilitan frente a mínimas infecciones, etcétera. En la situación de estrés mantenido, también se ve comprometido el psiquismo, que presenta un constante estado de alerta, donde se agolpan las preocupaciones, problemas y deberes. En tal circunstancia, el sueño reparador es imposible y acaba por perderse, la mente trabaja a todo ritmo día y noche. Con el tiempo, el derrumbamiento sobreviene y no es extraño que se desencadene en el sujeto un trastorno depresivo. A veces, la persona estresada descubre los estimulantes como son las anfetaminas, drogas euforizantes, tabaquismo, preparados hormonales, abuso de café, etcétera. En ocasiones, también puede pretender anular los efectos del estrés con la ingestión de tranquilizantes, alcohol, drogas sedantes, etcétera. En este punto, el rumbo está totalmente perdido y el naufragio es prácticamente inevitable. Antes de llegar a esos extremos, es muy importante tomar conciencia y atender este padecimiento que día a día cobra más víctimas a nivel mundial.
Autor: W Érika Hernández A.

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